Vivo en un momento en el que debiera experimentar alegría y dar gracias por ello y sin embargo en la intimidad de mis cuatro paredes me he vuelto una persona triste, me he vuelto una persona temerosa de sus sentimientos y de que el resto sea consciente de ellos.
Es este mismo temor el que no me deja avanzar en al camino que me he propuesto seguir. Pero no es sólo el querer ocultar mis sentimientos lo que me paraliza, hay un miedo mayor y del que difícilmente podría deshacerme, la pérdida; aunque también podemos llamarlo miedo al distanciamiento y a olvidar las cosas que realmente me hacen feliz o a las personas que de verdad lo consiguen.
Es por esto y por cosas que no se plasmar por lo que en numerosas ocasiones me pregunto ¿en qué momento se perdió la alegría de mis ojos? ¿En qué momento se empezó a notar el declive? ¿En qué momento permití que esto pasara? ¿En qué momento el otrora risueño yo pasó a ser el que hoy es?
Que escasos son los momentos en los que de verdad me olvido de todo esto y vuelvo a ser el que era, momentos que guardo en lugares especiales y que espero que los embates del tiempo no borren, porque son esos momentos los que de verdad me hacen levantar cada mañana y los que me hacen comenzar una búsqueda en pos de nuevas vivencias y experiencias.
Pero esta búsqueda no puede realizarse sin que haya alguien que de verdad te acompañe y por ese lado es una batalla ganada. Me he rodeado de fantásticas personas sin las cuales todo se habría perdido. Auténticos pilares que han conseguido resistir el peso de mis nefastas emociones y que han sabido aportar las palabras necesarias para evitar que todo se viniese abajo.
Así que así afronto cada día, esperando a que algo lo cambie todo, a que las incógnitas se resuelvan y con ellas lleve la calma ansiada y vuelva el brillo que en su día habitó mis ojos y manteniendo la esperanza de que mis pilares aguantarán un día más a la vez que espero ser de utilidad para ellas, pues todo no se reduce a recibir.
Tengo la certeza de que algún día estas cuatro paredes se me quedarán pequeñas y volveré a ser la sal y la luz que los otros necesitan.
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